Cuando nos referimos a abombamiento discal estamos haciendo referencia a lo que se conoce como protusión discal. Esta consiste en el abombamiento de la envuelta fibrosa que se encarga de rodear al disco intervertebral. Esta se diferencia de la hernia discal en que esta última consiste en una salida de parte del núcleo pulposo mediante una fisura que se encuentre situada en la envuelta fibrosa del disco.
De esta forma, podemos hablar de la diferencia entre hernia y protusión como el hecho de que se haya producido una salida del contenido o solo la deformación de la envuelta sin salida de contenido. En este último caso es cuando hablaríamos de protusión o abombamiento discal.
Esto es la teoría, y es que en ocasiones no es sencillo poder ver en una resonancia magnética si esto ha sucedido. Por este motivo, en algunos casos, algunos médicos consideran que si la deformación observada en la resonancia cuenta con una base más ancha que la del vértice se considera una protusión; y en caso de que la punta sea igual de ancha o más que la base, se estaría hablando de una hernia.
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Cómo se produce un abombamiento discal
En unas condiciones normales, el desgaste de disco sufre un proceso normal que origina que algunas de las fibras que forman parte de su envuelta fibrosa, vayan perdiendo elasticidad y resistencia; y pueden también hacer que se retraigan o partan de manera espontánea. Cuando esto sucede, parte de su contenido gelatinoso ubicado en el disco se puede salir a su exterior y provocar así un abombamiento discal.
En algunos casos, la presión que se sufre en el interior del disco puede llegar a exceder la capacidad de resistencia de las fibras de la envuelta fibrosa, de forma que las parte y una porción del disco protuye o se hernia. Dado que el núcleo pulposo es de contenido gelatinoso, en el momento en el que la columna se inclina hacia delante, el disco tiende a ver como se desplaza en el sentido contrario, hacia atrás, por lo que sucede lo mismo cuando ocurre al revés. La parte trasera de la envuelta fibrosa cuenta con menos resistencia que en el caso de la delantera, ya que es más fina, por lo que es más frecuente que el abombamiento discal aparezca en la parte trasera del disco.
De esta manera, la situación más habitual en la que tiene lugar una hernia discal es cuando el paciente se inclina hacia delante con sus piernas estiradas, cuando carga peso en los brazos y se levanta, incrementando la presión hasta que se excede la capacidad de resistencia de la mencionada envuelta fibrosa y se produce la hernia discal.
Sin embargo, esta situación, aunque es la más típica no es la más frecuente; y es que en la mayoría de los casos las hernias vienen dadas por un proceso de desgaste paulatino de la envuelta fibrosa; y en pocos casos existe un solo desencadenante de este problema.
Existen diferentes mecanismos musculares que reducen la presión soportada por el disco, y que trabajan para evitar que se produzca un abombamiento discal, ya que estabilizan la carga.
Factores que aumentan la posibilidad de sufrir una hernia o abombamiento discal
Existen diferentes factores que pueden incrementar la probabilidad de que aparezca una hernia o protusión discal, como son, entre otros, los siguientes:
- Contar con una musculatura que sea demasiado débil.
- Encontrarse durante mucho tiempo sentado, sobre todo si se trata de una persona que no hace ejercicio, es decir, que se sedentario, ya que esto acelera la atrofia muscular; o bien adoptando posiciones en los que la parte anterior de la vértebra soporta una mayor carga que la posterior, por estar muchas horas inclinado.
- Estar sometido a vibraciones que tengan afectación sobre el cuerpo, que es algo habitual en personas que conducen tractor u otras máquinas industriales; y es que esto puede hacer que sea más sencillo que se produzca un desagarro de las fibras de la envuelta fibrosa.
- Otro de los factores que pueden provocarlo son algunos genes, que pueden estar vinculados a una menor resistencia de la envuelta fibrosa.
Síntomas del abombamiento discal
El interior o núcleo pulposo del disco dispone de sustancias que irritan los nervios. En condiciones normales no hay nervios en el interior del disco, de manera que estas sustancias no podrían provocar la irritación de los nervios. Por lo general hay nervios en su parte más externa de dicha envuelta y sobre todo en las partes laterales de la pared posterior.
En el caso de que la hernia tenga lugar en una zona sin nervios de la envuelta fibrosa y su volumen sea pequeño para no comprimir la raíz nerviosa, podría no provocar ni molestias ni dolor. Sin embargo en el caso de que tenga lugar en una zona en la que hay nervios, las sustancias que contiene la hernia los excitaran y esto provocará los síntomas siguientes:
- Dolor en la espalda, en la zona lumbar o cervical, dependiendo del lugar en el que haya tenido lugar la hernia. Este estará desencadenado por la rotura de la envuelta fibrosa y por la contractura que refleja la musculatura.
- Dolor irradiado, al brazo en el caso de protusiones o abombamiento discal o hernias cervicales, y en el caso de la pierna en el caso de las lumbares. Este dolor viene dado por la liberación de los nervios de unas sustancias que provocan la inflamación del disco, la raíz nerviosa y los tejidos blancos de la zona, además de irritar de manera química la raíz nerviosa.Y si el volumen de la protusión o hernia es lo suficientemente grande o la inflamación lo suficientemente importante, también puede llegar a provocar una comprensión de la raíz nerviosa. Si se comprimen nervios sensitivos se sufrirá un dolor irradiado, que se puede presentar junto a una alteración o pérdida de sensibilidad en la zona cuya sensibilidad recoge ese nervio. Si se comprime un nervio motor, se reduce la fuerza del grupo muscular inervado por parte de ese nervio.